miércoles, 21 de abril de 2021

Un memoriam

Hoy es el cumpleaños de mi papá William Rísquez-Iribarren. Cumpliría 100 años. Hubiera sido una razón muy feliz, el celebrar su vida, para comenzar a escribir este blog. Pero la verdad es que me impulsa otra razón. Necesitaba un espacio para escribir un nombre, que duele todo un país al deletrearlo.

Yesser era un niño de 11 años que participó en el programa humanitario que lleva una de las organizaciones donde estoy trabajando en Venezuela. Hace un año fue uno de los niños desnutridos que se atendió y logró recuperarse. Hace una semana, jugando futbol, se dio un golpe muy fuerte en una pierna. Entró en el Hospital con fiebre y la pierna inflamada, se le trató como paciente de covid y falleció a los 7 días.

Cuando pregunté si podíamos apoyar a la familia para reclamar y hasta denunciar, si se confirmara la mala praxis, me explican que la familia prefiere no hacerlo. Las consecuencias de vivir en un barrio y protestar pueden ser graves, desde la represalia de colectivos armados por el Gobierno hasta verse forzados a abandonar su casa.

Llamo a mis amigos para buscar consuelo con lágrimas de impotencia y me confirman la muerte de otros niños, por lombrices, porque la mamá no acepta la ayuda nutricional a la niña de 3 años si no se atienden a los varones mayores, porque la Unidad de diálisis del hospital JM de los Ríos está colapsada e infectada.

Es por eso que escribo esta tarde, justo al entrar la noche con grillos y sapitos. Escribo a manera de muro, donde poner un nombre para que no se olvide, para decir que me duele Yasser y su familia, que me duelen las muertes de los niños y niñas de quienes no se el nombre, decir que me duele toda la nación.

Esta mañana tuve una reunión con la Directora, la psicopedagoga y la orientadora de una escuela de Fe y Alegría en Petare, considerado por muchos como el barrio más populoso de Latinoamérica. El encuentro fue un bálsamo para el alma. La conversación y el intercambio entre mujeres comprometidas fueron enriquecedores y motivadores. Me llenó de alegría y esperanza ver tanta bondad, tanto compromiso, ética, profesionalismo, visión y acción transformadora, en maestras de una escuela en medio de tanta pobreza y necesidad.

De regreso, entre las callejuelas angostas y empinadas del barrio, recordé con alegría el cumpleaños de mi papá y supe que el encuentro fue su regalo. Así transcurría mi día entonces, vestida de luz, hasta esta tarde.

Llamé al Coordinador de los programas de la localidad donde falleció Yesser, compartí con él sentimientos y dudas y me regaló su certeza de que el trabajo de organización popular es de largo recorrido. Escuché en su voz a mi papá: la injusticia va cobrando vidas pero vamos acompañando a otras en su caminar, el trabajo de tanta gente por preservar la vida digna, libre, con derechos, de un niño, de una niña venezolana, es también hacerlo por todo un país.

 Escribo YESSER. Escribo WILLIAM. Un memoriam