Hoy es el cumpleaños de mi papá William Rísquez-Iribarren. Cumpliría 100 años. Hubiera sido una razón muy feliz, el celebrar su vida, para comenzar a escribir este blog. Pero la verdad es que me impulsa otra razón. Necesitaba un espacio para escribir un nombre, que duele todo un país al deletrearlo.
Yesser era un niño de 11 años que
participó en el programa humanitario que lleva una de las organizaciones donde
estoy trabajando en Venezuela. Hace un año fue uno de los niños desnutridos que
se atendió y logró recuperarse. Hace una semana, jugando futbol, se dio un
golpe muy fuerte en una pierna. Entró en el Hospital con fiebre y
la pierna inflamada, se le trató como paciente de covid y falleció a los 7 días.
Cuando pregunté si podíamos apoyar
a la familia para reclamar y hasta denunciar, si se confirmara la mala praxis, me
explican que la familia prefiere no hacerlo. Las consecuencias de vivir en un
barrio y protestar pueden ser graves, desde la represalia de colectivos armados
por el Gobierno hasta verse forzados a abandonar su casa.
Llamo a mis amigos para buscar
consuelo con lágrimas de impotencia y me confirman la muerte de otros niños,
por lombrices, porque la mamá no acepta la ayuda nutricional a la niña de 3 años
si no se atienden a los varones mayores, porque la Unidad de diálisis del
hospital JM de los Ríos está colapsada e infectada.
Es por eso que escribo esta
tarde, justo al entrar la noche con grillos y sapitos. Escribo a manera de muro,
donde poner un nombre para que no se olvide, para decir que me duele Yasser y
su familia, que me duelen las muertes de los niños y niñas de quienes no se el
nombre, decir que me duele toda la nación.
Esta mañana tuve una reunión con
la Directora, la psicopedagoga y la orientadora de una escuela de Fe y Alegría en Petare, considerado por muchos como el barrio más populoso de Latinoamérica.
El encuentro fue un bálsamo para el alma. La conversación y el intercambio
entre mujeres comprometidas fueron enriquecedores y motivadores. Me llenó de
alegría y esperanza ver tanta bondad, tanto compromiso, ética, profesionalismo,
visión y acción transformadora, en maestras de una escuela en medio de tanta
pobreza y necesidad.
De regreso, entre las callejuelas
angostas y empinadas del barrio, recordé con alegría el cumpleaños de mi papá y
supe que el encuentro fue su regalo. Así transcurría mi día entonces, vestida
de luz, hasta esta tarde.
Llamé al Coordinador de los
programas de la localidad donde falleció Yesser, compartí con él sentimientos y dudas y me regaló su certeza de que el trabajo de organización popular es de largo recorrido. Escuché
en su voz a mi papá: la injusticia va cobrando vidas pero vamos acompañando a
otras en su caminar, el trabajo de tanta gente por preservar la vida digna,
libre, con derechos, de un niño, de una niña venezolana, es también hacerlo por
todo un país.
Escribo YESSER. Escribo WILLIAM. Un memoriam